“Denunciar el mundo"

"Ante tanta crueldad con víctimas sin poder de autorepresentación y que se desarrollan en estado de indefensión, trabajar por y con ellas significa denunciar el mundo” (Eduardo Bustelo Graffigna )

ANTES QUE ACABE EL DÍA, RECUERDA:

Que más de 30.000 niños morirán
Que los que se salven hoy, morirán mañana pues no tienen fuerza siquiera para abrir sus ojitos
Que millones gimen de dolor lesionados y quemados por la guerra
Que se les niega hasta la medicina básica para calmar su dolor
Que son violados, ultrajados, mutilados sistemáticamente


¡ BASTA YA !

¿ESTÁS DISPUESTO A AYUDARLOS?

HAGÁMOSLO JUNTOS

HAGÁMOSLO JUNTOS
¡CADA MINUTO CUENTA!

lunes, 25 de febrero de 2008

Memorias de un niño soldado

Ishmael Beah apenas había cumplido los 13 años cuando fue obligado por las fuerzas rebeldes de su país, en Sierra Leona, a integrarse al ejército clandestino. En Un largo camino (Del Nuevo Extremo), transforma en relato su trágica experiencia de tres años, en la que la devastadora realidad de la guerra arrasó con pueblos enteros, con su familia y, también, con su propia inocencia, hasta que tres años después lo rescató Unicef.
Los pueblos que capturábamos y convertíamos en base al avanzar y la selva donde dormíamos eran nuestro hogar. El pelotón era mi familia, el arma, mi forma de vida y protección, y la norma era matar o morir. La extensión de mis pensamientos no iba mucho más allá. Llevábamos más de dos años combatiendo y matar se había convertido en una actividad diaria. No sentía compasión por nadie. Mi infancia se había desvanecido sin enterarme, y era como si mi corazón se hubiera congelado. Sabía que el día y la noche iban y venían por la presencia de la luna y el sol, pero no tenía ni idea de si era domingo o viernes. Pensaba que mi vida era normal. Pero todo empezó a cambiar en las últimas semanas de enero de 1996. Tenía quince años. Salí una mañana con veinte miembros de mi pelotón hacia Bauya, una ciudad pequeña a un día de camino al sur de donde estábamos, para conseguir munición. También iban mis amigos Alhaji y Kanei. Estábamos ilusionados porque veríamos a Jumah, que estaba allí acantonado. Queríamos oír sus anécdotas de guerra, saber a cuántos había matado. También me apetecía ver al teniente. Esperaba que tuviéramos tiempo para hablar de Shakespeare. Caminamos en dos hileras a los lados de un sendero polvoriento, mirando hacia los espesos matorrales con los ojos inyectados en sangre. Llegamos a las afueras de Bauya al atardecer y esperamos en la maleza a que el jefe se adelantara para que nuestros colegas no dispararan. Nos apoyamos en los árboles y observamos el sendero. El comandante volvió unos minutos después y nos indicó que fuéramos a la ciudad. Me guardé la pistola en la funda y caminé con Kanei y Alhaji hacia la base. Las casas de cemento de la ciudad eran más grandes que las que había visto en otros pueblos, y por todas partes sólo veíamos caras desconocidas. Saludamos con la cabeza a los soldados al pasar y buscamos a Jumah. Lo encontramos sentado en una hamaca del porche de una casa de cemento que daba a la selva. Tenía un arma semiautomática al lado y parecía sumido en sus pensamientos. Nos acercamos lentamente, pero antes de que pudiéramos asustarlo, oyó nuestros pasos y se volvió. Su cara parecía haber envejecido y ya no asentía con la cabeza cuando hablaba. Le estrechamos la mano y examinamos su arma. -Veo que vas por ahí con armas pesadas -bromeó Alhaji. -Bueno, ya ven, he superado los AK -contestó él, y nos reímos. Le dijimos que volveríamos a estar con él al cabo de unos minutos y fuimos a cargar las bolsas de munición y comida. Mientras estábamos en el arsenal, el comandante nos dijo que el teniente había ordenado pasar allí la noche y que la cena estaba preparada. Yo no tenía hambre, así que volví solo a ver a Jumah mientras Kanei y Alhaji se iban a comer. Nos quedamos un rato en silencio al principio. -Mañana por la mañana salgo a una incursión y es posible que no volvamos a vernos. -Calló, rozó con el dedo la ametralladora y siguió : -Maté al dueño de esta arma en nuestra última incursión. Abatió a muchos de los nuestros hasta que lo matamos a él. Desde entonces la he usado para hacer bastante daño.
Fuente: La Nación, Enfoques, 24 de febrero de 2008
Comentario: Quiero felicitar a la Asociación ADHOCS que colaboró con nuestro equipo en la presentación sobre los derechos humanos en la Infancia y la Adolescencia, el 3 y 4 de diciembre de 2007 en Madrid. Cuauhtemoc Esquivel director de la ADHOCS www.adhocs.net presentó en esa instancia un excelente video sobre los niños soldado en África que refleja la situación de estos niños que prestamente son inducidos a las drogas y a la violencia privandolos de un desarrollo y de un futuro digno.
Giselle Zarlenga

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