“Denunciar el mundo"

"Ante tanta crueldad con víctimas sin poder de autorepresentación y que se desarrollan en estado de indefensión, trabajar por y con ellas significa denunciar el mundo” (Eduardo Bustelo Graffigna )

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Que más de 30.000 niños morirán
Que los que se salven hoy, morirán mañana pues no tienen fuerza siquiera para abrir sus ojitos
Que millones gimen de dolor lesionados y quemados por la guerra
Que se les niega hasta la medicina básica para calmar su dolor
Que son violados, ultrajados, mutilados sistemáticamente


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miércoles, 12 de diciembre de 2007

¿PUEDE SUBLIMARSE LA VIOLENCIA?

Por Marcos Aguinis

Este tema están vasto, que ocuparía varios cursos y seminarios. Dedicaré una primera parte para describir qué es la violencia y, luego, voy a dedicarme a algunas soluciones. Pondré como epígrafe una frase de Herodoto, el padre de la historia: “En la paz los hijos entierran a sus padres, en la guerra los padres entierran a sus hijos”. Esto dicho hace más de 2500 años sigue teniendo vigencia. Guerras que han inmolado tantas vidas, que han producido destrucciones sin límite y que vistas con el tiempo resultan absolutamente banales. ¿Por qué motivo, durante tantos años, los alemanes y los franceses se odiaban tanto? ¿Para qué la guerra de trincheras? ¿Tanta destrucción, para qué? . Hana Arent, después de presenciar el juicio que hizo a Eichman, publicó u libro: “La banalidad del mal” y esto es un epígrafe que debería estar puesto en nuestra frente: “el mal es extraordinariamente banal, estúpido, sin embargo, en la condición humana, tiene la iniciativa”. Muchas veces yo describo al bien como un bombero que corre detrás del mal para apagar los incendios que el mal genera. El bien trata de apagar el mal porque la iniciativa parecía tenerla el mal. ¿Y a qué se debe todo esto? . Una pregunta que se suele hacer es si la violencia es reciente, si es producto del desarrollo tecnológico de los medios de comunicación. No es así. La violencia no es reciente, ha comenzado antes que la historia, se hunde en la oscuridad de la prehistoria. Desde hace tiempo, la violencia ha sido elogiada. Pensadores notables como Marx y Nieztche hablaron bien de la violencia. Marx decía que la violencia es la parte de las revoluciones, la que consigue que las sociedades pasen a un peldaño más elevado, de lo contrario, sin violencia, esos cambios difícilmente se puedan producir. Seguramente que lo decía con la aspiración de que el mundo llegue a una culminación en la que la violencia desaparezca. Nieztche decía que la violencia es el motivo de los cambios históricos y le da sentido a la historia. Otras personas no opinaban así y vinculaban directamente la violencia con el mal como León Tolstoi y Mahatma Ghandi. Ghandi decía que la violencia siempre es mal y debemos contenerla. Con respecto a la otra pregunta: ¿La violencia es algo natural? Yo diría que hay dos tipos de violencia: una biológica y otra humana. La biológica está en el organismo unicelular, en la ameba. Cuando la ameba lanza un seudópodo para obtener su alimento, atraparlo, incorporarlo a su cuerpo, ejerce violencia. También que un pez grande se come al chico. La ecología del planeta está llena de violencia, con un equilibrio en donde la destrucción están seguida de recreaciones. Es la violencia biológica. Hay animales que son violentos pero tienen un límite en su violencia. Hobbes hablaba de que un hombre es para otro hombre como un lobo contra un lobo pero un lobo respecto de otro lobo es más piadoso porque cuando un lobo hiere a otro lobo cesa la agresión. Un hombre sigue hasta matar y después descuartiza y después calumnia su memoria. La violencia humana es insaciable. Se diferencia de la biológica porque es mucho peor. ¿Por qué el hombre necesita de esa violencia insaciable? El ser humano tiene dos elementos negativos que tienen su faz positiva. El hombre nace antes de tiempo porque los nueve meses de gestación uterina son insuficientes porque alguien tiene que recibir al recién nacido, cuidarlo, alimentarlo, abrigarlo durante otros nueve meses. Si no es así, ese ser muere indefectiblemente. La vida extrauterina es tan importante como la intrauterina. En cambio, cuando nace un caballito, enseguida se pone en cuatro patas y sale caminando; el pajarito rompe el huevo y ya está. Hay capacidad de vivir autónomamente. El ser humano no puede hacer hasta que pase un tiempo y esto dejará en él una huella de indefensión, una extraordinaria fragilidad. Si a esto se agrega que el ser humano no tiene colmillos, no tiene garras, no tiene cuernos, no tiene elementos con que defenderse, está en una desventaja comparativa con los otros seres de la naturaleza y podría haber desaparecido. Es un milagro que los seres humanos, que originalmente eran muy diminutos, hayan podido sobrevivir en desventaja comparativa con los otros animales pero esa desventaja produjo la idea de que hay que defenderse con algo. He escuchado que hay una raza de monos que logra aferrar garrotes. Parece ser que es el comienzo de la humanización, cuando se consigue que el corto y frágil brazo del hombre sea contundente para la defensa. A medida que el hombre evoluciona y surge la palabra ocurre otro hecho notable: el hombre se da cuente de que puede morir, de que la vida tiene un límite. Somos el único animal que sabe que va a morir, el resto no lo sabe. Posiblemente llevó muchos siglos que el hombre tomara conciencia. ¿Morir en forma natural? Nuestra cáida del Paraíso es haber tomado conciencia de que somos mortales. Este conocimiento de nuestro límite sumado a la fragilidad que heredamos de ese recuerdo tan profundo de indefensión, ha transformado al hombre en un ser de extraordinaria inquietud, angustia y con deseo de desmentir esto. ¿Cómo se desmiente? Demostrando que uno es fuerte, que puede reducir al otro y se llega, finalmente, al delirio de creer que si uno es heraldo de la muerte, la muerte nos va a perdonar. Mientras más matemos, mas amigos seremos de la muerte. Esta idea loca está en la profundidad del alma. El ser humano vive desconsolado porque todo el tiempo está sometido a las agresiones: las de la naturaleza; percibir que el cuerpo se debilita, pierde funciones y capacidades es doloroso; el mayor de los desconsuelos es sentir que nuestros semejantes, con quienes intercambiamos afectos, son, muchas veces, injustos con nosotros; la sensación de que no somos reconocidos, ni queridos, ni respetados. Entonces, es obvio que seamos muy violentos y les ganemos a los lobos. ¿La violencia es siempre legítima o es siempre ilegítima? Se ha dicho que existe la violencia legítima y se a tratado de contener a la violencia con muchos recursos. Sin embargo celebramos muchas violencias, por ejemplo la que ejerció San Martín contra el dominio colonial español. Espartaco se sublevó violentamente contra los dominadores esclavistas romanos. ¿Es una violencia legítima? Debemos decir que sí. Del mismo modo la violencia con la que una defiende a su familia, su vida, su derecho. Para eso se instituyó, después de milenios, el Estado de Derecho en el cual los seres humanos hicimos un contrato: el derecho de cada uno termina cuando comienza el de los demás. El Estado de Derecho es algo que todavía no se ha alcanzado en forma completa e incluso el concepto de Estado ha ido cambiando. Hasta hace no mucho tiempo se consideraba que el Estado era el organismo opresor de una minoría que lo utilizaba para aprovecharse de una mayoría y que, por lo tanto, había que eliminar al Estado. Aquí surge el pensamiento anarquistas que piensa que toda forma de organización termina siendo injusta porque oprime a un sector con respecto al otro. El concepto ha cambiado porque, especialmente en la década del 90, tenemos una clara noción de que quienes más necesitan del Estado son la mayoría porque la minoría se las arreglan muy bien sin el Estado, avasallan, hacen lo que quieren, tienen matones privados, ejércitos privados, guardaespaldas, todo lo que necesitan para su defensa. Hay todo una revolución en concepto de Estado que consiste en la idea de que el estado debe proteger a la mayoría. Ese Estado de Derecho no se alcanza en forma plena en ningún lado. Pero esa es nuestra utopía. Los seres humanos hace rato que quieren alcanzar un punto donde haya paz, justicia, hermandad. Eso comienza en la religión cuando se habla de un tiempo mesiánico. El cristianismo habla de la parusía, del alfa, el omega: el momento del juicio final, cuando habrá justicia. Hacia aquí queremos llegar pero para conseguirlo hay que recordar que el derecho de uno comienza cuando termina el de los demás. Esto habla de límites. Los límites son algo sobre lo que no nos ponemos de acuerdo y para que los seres humanos podamos contener la violencia con la que nacemos, necesitamos que esos límites sean muy fuertes, que se respeten. Existe también una violencia para afirmar la identidad: la guerras nacionales y las guerras locales son violencias para afirmar la identidad puesta en peligro. La globalización pone en peligro las identidades nacionales. Hay otros tipos de identidades que se buscan con la violencia: una patota es también una búsqueda de identidad. No hay otras identidades en los integrantes y la buscan en la patota. Las mafias también constituyen una identidad. Hay fenómenos sociales que incrementan la violencia. En la década del 70 y del 80, las autoridades ilegítimas incrementaban los estallidos de violencia. Era la violencia que ejercía el Estado ilegítimo. En la década del 90 la violencia más notable está dada por un Estado carencial y la aparición de un fenómenos nuevo, terrible que es la exclusión social, que es tan fuerte en nuestro país. A pesar de todos los intentos de negarlo, es uno de los más grandes factores que alimenta la violencia. El hombre puede soportar muchas cosas. Hemos visto sobrevivientes de los campos de concentración. Lo que el hombre no puede soportar es la total desesperanza, la total falta de proyectos, y la exclusión social produce la desaparición de la esperanza. Este es un tema gravísimo sobre el que tiene que trabajar el estado porque tiene que haber educación, salud, justicia y forma de trabajo. El Dr. Zafaroni dijo, hace poco, una gran verdad: hasta la década del 90 diversos sectores que formaban una sociedad tenían una relación dialéctica: el amo con el esclavo, el explotador con el explotado, el verdugo con la víctima. Había una relación, había un intercambio, era posible que el que estaba abajo pudiera estar arriba; el que estaba arriba pudiera ser empujado hacia a bajo. Con la exclusión social desapareció la dialéctica. Los incluídos no necesitan al excluído como el amo necesitaba al esclavo y el explotador al explotado. Esto es gravísimo, nuevo, un desafío inédito. Con el fenómeno de la globalización hay un hecho interesante al que me referiré cuando entremos al tema de las soluciones para traer un poco de esperanza. Puesta de solución: Una forma de sublimar la violencia es lo que estamos haciendo acá. La sublimación es que esa energía, esa fuerza que tenemos se aplique hacia fines socialmente útiles para bien de todos. El amor es la fuerza de la que se habla cada vez menos, es vínculo que puede haber entre los seres humanos y se lo ha descalificado últimamente. Yo propongo que en lugar de amor utilicemos otra palabra: respeto. “Ama a tu prójimo como a ti mismo” es muy altruista. No podemos exigir esto. Puede resultar hasta absurdo: yo no puedo amar al prójimo como a mi hijo. Al que esta más cerca lo amo más pero tengo la obligación de respetar a todos. Entonces puedo decir impongamos la ley de respetarnos los unos a los otros. Emanuel Kant hablaba del imperativo ético: hay cosas que pueden no atraernos pero que tengo la obligación de cumplir. El respeto es un imperativo ético. Respetar significa darse su espacio, entender que las leyes deben proteger, incluso al delincuente. En la época de la dictadura existieron los desaparecidos porque a las victimas no se les respetaban los derechos. El punto culminante para sublimar la violencia es el hogar: ámbito donde nace un niño, donde se le debe dar amor, confianza, abrigo, consuelo, apoyo, respeto. Generalmente los violadores son personas que padecieron lo mismo. A los padres hay que educarlos. Otro tema muy importante: la justicia. En América Latina tiene una historia de hipocresía y de violación sistemática. Cuando Hernán Cortés recibió la cédula real en la que le ordenaba respetar a las mujeres indias, dijo: se obedece pero no se acata. El doble discurso siguió así: tenemos leyes pero no se las obedece. En el “Martín Fierro” tenemos los versos más lúcidos de José Hernández: “Hacete amigo del juez...” No de la justicia, del juez porque el juez hace con la justicia lo que quiere y, entonces, no tenemos justicia, no tenemos la majestad de la ley. El respeto a la ley debe comenzar en el hogar y continuar en las instituciones de la República. La Argentina no está madura para tomar conciencia de los problemas serios que hay en el país. No hemos internalizado que una sociedad sin justicia es una sociedad donde los individuos necesitan hacer justicia por su propia mano y esto facilita la corrupción. Las reglas del juego que hacen que las cosas vayan mejor deben ser respetadas por todos. Antiguamente, la única forma de contener la violencia era descargar el odio sobre la víctima propiciatoria ( mujeres jóvenes, niños, esclavos, prisioneros, todos los que estaban al margen de la sociedad ). Los dioses, poderosos y violentos, se calmaban con el sacrificio y, en realidad, la comunidad se calmaba. En la ceremonia de la misa está el sacrificio del hijo de Dios para calmar a la gente. Esa institución del sacrificio que logró que la humanidad no se extinguiese matándose los uno con los otros, hoy ha sido reemplazada por las instituciones de la justicia. La justicia también ejerce violencia cuando las fuerzas encierran a alguien en un calabozo pero ahí no hay venganza, hay un consenso de que eso está bien y la sociedad se calma. Por supuesto que debe haber una complementación con cárceles adecuada de reeducación , de rehabilitación. Debemos tener fuerzas de seguridad conocedoras de derechos humanos, bien pagas, bien entrenadas, que sean eficaces en la represión del delito. Los periodistas no pueden ser criticados porque entramos en el terreno de la censura. Ellos mismos, a través de sus órganos corporativos, son quienes deben, permanentemente, hacer la autocrítica de cómo ellos trasmiten la noticia, orientan a la gente. La mas-media ha trasformado las grandes catástrofes, las guerras en un espectáculo. Es importante demostrar las consecuencias, el dolor. Las escuelas significarían una revolución educativa. La sociedad no le dio importancia al 2º Congreso Pedagógico en la década del 80. Las consecuencias están a la vista: la educación argentina en crisis y sin un cuerpo docente motivado, bien pagado y que además de trasmitir conocimientos trasmita valores. Para sublimar la violencia es necesario hacer una utilización inteligente del tiempo. El tiempo que nos sobra tiene que tener juego y metas. El Estado deberá crear los espacios para el tiempo libre. La globalización, que tiene aspectos muy negativos, abarata aceleradamente la información y cada vez será más barato acceder a la información y a la computarización. Estamos en presencia de una dialéctica porque un sector de la sociedad puede estar excluído pero puede tener posesión de información. Un poema de Elliot decía algo así: Pobre de la sabiduría que la han trasformado en conocimiento, pobre el conocimiento que lo han trasformado en información. Hay una degradación de la sabiduría. Quizás el verdadero camino sería de la Información al Conocimiento y del conocimiento a la sabiduría. Posiblemente la certeza de que el saber es poder y de que saber puede llegar a ser con el tiempo más barato de lo que es en la actualidad, seguramente va significar que esa falta de dialéctica que hay entre los incluídos y los excluídos, comience a perforarse y haya una comunicación recíproca. Los seres humanos somos violentos pero esa violencia puede ser buena o mala. Necesitamos transformarla en buena, necesitamos que esa energía que hay en cada uno de nosotros nos dé el bien estar y a los demás también. Debemos recordar que el ser humano, además de ese trauma del nacimiento por el que no se podía valer por sí solo, tiene un elemento positivo: está el recuerdo de brazos que nos sostuvieron, de ojos que nos miraron. La necesidad del otro: el otro no es un enemigo, el otro puede ampararnos, mirarnos y querernos. Buenos Aires 2/7/99. <*> *

Conferencia dictada por el Dr Marcos Aguinis en el Acto de Clausura de las IX Jornadas "Niños - Familia - Sociedad" "La Violencia como una Patología Universal" - Julio 1999 - Buenos Aires * El autor es escritor, argentino, de amplia formación internacional en medicina, psicoanálisis, arte, literatura e historia.
Fuente: info aai